LOS 50 DE PENéLOPE CRUZ: LA NIñA QUE SOñABA CON ALMODóVAR ES LA MUJER QUE HOY CONQUISTA EL MUNDO

"Me emociona todo. Las vueltas que da la vida". Una de las imágenes más bellas que Penélope Cruz nos ha dejado en los últimos años -y son unas cuantas- es la su llanto al presenciar su casting para Belle Époque, la película que la catapultó al éxito en el 92 de la mano de Jamón, jamón. Por aquel entonces, esa niña de 19 años y melena alborotada, castaña como sus ojos grandes, ya conocía sus sueños: quería ser actriz, y no una cualquiera. Desde el sofá rojo de la casa de sus padres, en el madrileño municipio de Alcobendas, se enamoró del cine. Tenía 14 años y su hobbie era "ver películas". "Las alquilaba en el videoclub y, si me gustaba una, podía verla hasta 10 o 15 veces y me aprendía los diálogos", contaba. Así descubrió el trabajo de Pedro Almodóvar, su ahora íntimo y maestro. Y así proyectó un futuro que terminó haciendo suyo, pues este domingo, 28 de abril, cumple 50 años nuestra actriz más internacional, muestra viva del talento y motivo de orgullo, porque ya es histórica.

Hija de Eduardo Cruz, un comerciante extremeño que trabajaba en un concesionario de automóviles, y de María de la Encarnación Sánchez, que regentaba una peluquería, siempre fue escuchada por su familia. "Cuando insistía en casa sobre lo que quería hacer, al menos no se reían de mí. ¡Y eso ya era mucho!". (...) Mis padres eran muy realistas y siempre me decían eso de inténtalo si quieres, aunque es muy difícil, pero ten un plan B, sigue estudiando'. Y a mí me parecía lógico. Luego, en la adolescencia, llegó un momento en el que tuve que elegir", contó la actriz a la revista Elle.

Primero se formó en ballet clásico en el Conservatorio Nacional de Madrid y, después, estudió Interpretación. A su cabeza volvía una y otra vez Átame, la película de Almodóvar que alimentó su ambición: quería estar a la altura de directores como él o Fernando Trueba, formar parte de su mundo. Sin embargo, sus primeros pasos no los dio en la gran pantalla. Su primer proyecto audiovisual fue en 1988, en el videoclip de La fuerza del destino, canción de Mecano tras la que después inició un noviazgo con Nacho Cano que duró la friolera de seis años.

Aquello le abrió camino para hacer sus primeros pinitos en televisión, participando en el programa Los mundos de yupi y presentando, después, La quinta marcha, junto con Jesús Vázquez. Luego Rafael Alcázar la fichó para El laberinto griego, película en la que debutó como actriz, y a la que se sumaron otros proyectos que la pusieron, poco a poco, en el foco de atención. Fue en 1996, con La Celestina y El amor perjudica seriamente la salud, cuando se consagró en el cine español; y en el 98, con La niña de mis ojos, ya era una de nuestras artistas de moda. Pero aquello solo era el principio: su salto a Hollywood llegó en el 2000, con Todo sobre mi madre, la película de Almodóvar que recibió el Oscar a Mejor película extranjera. En 2008, le tocó recogerlo a ella por su papel en Vicky, Cristina, Barcelona, convirtiéndose en la primera actriz española laureada con el galardón a Mejor Actriz Protagonista. No lo podía creer. "I grew up in a place called Alcobendas, where this was not a very realistic dream" -"crecí en un lugar llamado Alcobendas, donde esto no era un sueño muy realista"-, contó.

Desde entonces, Penélope ha trabajado en más de 60 películas, ha estado nominada al Oscar en cuatro ocasiones y ha obtenido tres premios Goya -ha figurado hasta en 14 ocasiones entre las nominadas-. Se ha convertido, sin duda, en una actriz de otro nivel. Y, aunque es un rostro más que reconocible en Hollywood, ella no le da demasiada importancia. Ha trabajo con Matt Damon, Matthew McConaughey, Scarlett Johansson y Johnny Depp. Ha salido con Tom Cruise. Ha peinado a Salma Hayek a la luz de las velas cuando su amiga sufrió un corte de electricidad en su casa. Se ha casado con Javier Bardem en la millonaria isla privada de Johnny Depp, pero eso a ella le da igual, porque encuentra el éxito en lo pequeño del día a día. Protege la cotidianidad. Quiere sentirse como cualquier mortal: "Yo no me privo de hacer nada, de ir al supermercado, a las clases de mis hijos, de hacer excursiones… Esas cosas que te hacen sentir que puedes tener una vida más o menos normal".

"Mirar atrás para ver lo que he hecho o cuántos premios llevo o cuánto tal no me da la inyección para ser feliz ni para seguir creciendo. Lo que me la da es cuando leo un libro que me enamora o me apasiona, o una película que me encanta y poder verla tres veces seguidas. O encontrarte con gente que esté como tú de obsesionada con algo, como me pasó con la serie Succession… En realidad, con cualquier cosa que tenga que ver con el arte. Lo que me gusta es hablar y hablar de ello y desmenuzarlo. Eso es lo que más disfruto. Estar buscando e investigando, en la vida y en la ficción", explicaba Penélope.

Su vida profesional y personal están atravesadas por una mirada curiosa y mundana. Siempre busca la empatía. Y quizás por ello sus personajes nos resultan tan cercanos, independientemente de su naturaleza. Ella empuña el guion y los estudia desde la compasión para luego dar vida a mujeres como Raimunda (Volver) o Laura Dominica Garello (Ferrari). Muchas de estas protagonistas son vulnerables y trágicas -algunos las tacharán de histéricas o, en su defecto, locas-. Pero Penélope comprende que vienen de "lugares oscuros" y las maneja desde ahí, defendiendo sus conflictos hasta el final.

Así lo hizo, de hecho, al ponerse en la piel de la compleja María Elena en Vicky, Cristina, Barcelona, filme en cuyo rodaje, por cierto, se enamoró de Javier Bardem. Ambos se conocieron en Jamón, jamón, cuando él tenía 24 y ella 17, y, aunque el actor ya sintió curiosidad por su compañera por aquel entonces, no le confesó sus sentimientos hasta que no terminó el rodaje. El actor recordaba en 2023, durante una simpática entrevista, la naturalidad con la que empezaron a salir 16 años atrás. "Pensaba: 'Ay, que no le he dicho nada', y el último día de rodaje ya le dije: 'Oye, por cierto, que me gustas', y ella pensó: '¡Ya era hora!'. Sí, era algo que todo el mundo estaba esperando", contó, entre risas. Y desde entonces siguen juntos, llevando su matrimonio -que se formalizó en 2010, en una ceremonia privada en la isla de Depp, en las Bahamas- en la más estricta discreción. Son padres de dos hijos, Leo, de 14 años, y Luna, de 10, pero nunca hablan de ellos. Así lo pactaron. Es su "norma sagrada": "Desde que nacieron hacemos lo posible para estar totalmente presentes en su crianza. Es lo más importante para nosotros. Lo más. Mi absoluta prioridad".

Penélope se centra ahora en la dirección de su primer documental, del que no ha querido desvelar detalles. Solo se sabe que fue Almodóvar quien la animó a ello. Y a él debía hacerle caso. Han trabajado juntos en siete películas y forman un tándem único en la historia de nuestro cine, así como en la defensa de los derechos del audiovisual y de la sociedad en general -volcados en diversas causas sociales, se mojan al hablar sobre temas controvertidos o sobre las luchas de los colectivos desprotegidos-. "Gracias por confiar en mí. Por inspirarme en la búsqueda de la verdad dentro y fuera del set. Por tu impecable trabajo ético, muy difícil de encontrar en estos días locos", expresaba la artista durante su discurso en la Mostra de Venecia, donde ganó la Copa Volpi, reconocimiento que se suma, entre otros, a la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes (2018), el Premio Donosti (2019) y el Premio Nacional de Fotografía (2022).

Más allá de su talento, Penélope también es un icono de elegancia en sus formas y sus trabajos: lleva décadas siendo considerada una de las actrices más bellas de la escena cinematográfica, y ha sido imagen de firmas como Mango -para la que fue imagen con su hermana, Mónica Cruz-, Tresor, Lancôme, Loewe, Versace o Chanel. Con la casa parisina presentó en marzo la temporada de otoño-invierno 2024. Lo hizo por todo lo alto al presentar en el desfile prêt-à-porter de la ciudad francesa el cortometraje que protagonizó con Brad Pitt a modo de fashion film. Era un homenaje a un clásico del cine de Claude Lelouch, Un hombre y una mujer. Con esta propuesta Penélope volvía a estar en el ojo público, y siempre para bien. A sus 50, observa el tiempo pasar y mantiene su brillo. Agradece su pasado y mira al futuro con serenidad y buen ánimo, porque en esto de vivir, para ella, hay truco: lo importante es cuidar el presente. "Del presente lo único que tengo claro es que está aquí. Y lo de antes te ha formado, te ha ayudado a contestar preguntas, pero otras todavía están ahí, en el aire". Sigue contestándolas, Pe.

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